Tito Larrondo, su profesor, jefe de secundaria en el Seminario San Rafael, escribió de Guido en el anuario escolar: “De vívida inteligencia, búsqueda inquisitiva y amante de las ciencias, con un profundo cariz humanista. Siempre levantando la mano para consultar y poner en aprietos a sus maestros, movido por su incesante curiosidad”.Y los años siguieron su devenir. Estudió medicina interna y oncología médica en las principales universidades del país. Conoció la vulnerabilidad, la fragilidad y la fugacidad de la vida. Pero también supo atisbar en los demás y en sí mismo la generosidad, la dadivosidad, la misericordia y el amor. Su día a día, actualmente, pasa fugaz. Reparte su tiempo entre clínicas y hospitales salvando vidas humanas, investigando para abrir fronteras en el mundo científico, y vertiendo su alma sobre las páginas blancas de su mundo literario.En su Libro de Cuentos, escritos con pluma ágil, cautivante y maestra, como si Dostoievski y Dante Alighieri hubiesen renacido dentro de él, explora los misterios del alma humana. Cada cuento con matiz propio sorprende al lector y lo sumerge en su lúdica lectura.
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