La escritura de frontera entre géneros se despliega en Terrestre, una obra que recorre desde Belfast hasta Chihuahua y que rehúye las categorías convencionales. La narración combina crónica personal, relato de viaje y literatura especulativa para interrogar los mecanismos de la memoria, la dificultad de partir y la fuerza del regreso, mientras un retablo de personajes encontrados en la carretera aporta historias sobre el deseo, el amor, la amistad y el tiempo; la voz que guía estos pasajes es la de Cristina Rivera Garza.
Con un pulso que alterna precisión observacional y sugerencia lírica, la obra ofrece una experiencia de lectura en movimiento: los paisajes físicos funcionan como espejo de paisajes interiores, y el itinerario sirve de estructura para explorar identidad y memoria. La concentración en encuentros cotidianos y en giros inesperados permite que cada episodio mantenga autonomía narrativa sin perder la cohesión de un relato mayor, resultando en una propuesta literaria intensa y matizada que invita a la reflexión prolongada.