Con prosa deslumbrante y mirada implacable, Lolita narra la obsesión de Humbert Humbert, un profesor de cuarenta años, por la niña que da nombre a la novela. La voz del narrador alterna autoironía y un lirismo frenético que convierte lo perturbador en una experiencia estética intensa; el relato, firmado por Vladimir Nabokov, despliega un itinerario hacia la locura y la violencia estilizada, donde confluyen la «atracción perversa» por las nínfulas y la sombra del incesto.
Más allá de la polémica, la obra funciona como un agudo retrato de los Estados Unidos: los horrores suburbanos, la cultura del plástico y el motel aparecen descritos con ironía visionaria y precisión cinematográfica. La fuerza de Lolita reside en su capacidad para incomodar y fascinar a la vez, al presentar un corazón moralmente quebrado mediante una prosa brillante y una narración que obliga al lector a confrontar la belleza y el delito en una misma página.