Hay un problema con los nombres de los pueblos y las ciudades, pero alguien ha pensado en la solución. El problema es que suenan viejos: no atraen al turismo, no atraen inversiones, languidecen, como sus habitantes. La solución es el cambio, renombrarlos, buscar un patrocinador corporativo. Liverpool podría ser Liverpool Stella Artois; Nothingham sería, por ejemplo, Nothingham IBM. Y así sucesivamente. La idea es de Miles Platting, profesor y experto en literatura que ya no valora ese saber. Su compromiso actual es con la renovación de lo antiguo; en alianza con el avasallante poder del dinero. A Miles le lleva poco tiempo descubrir que muchos se oponen a su proyecto. Los considera nostálgicos, reaccionarios, fracasados. Hay violentas discusiones, amenazas, atentados. Lo que está en juego es prácticamente vender la historia y el lenguaje a las empresas. Ante tamaña entrega, acaso sea mejor la resistencia o el silencio, renunciar al habla. La disyuntiva está servida. William Thacker escribió una novela sorprendente, elegante y concisa. Con lucidez e ironía, Lingua Franca desnuda una de las batallas del presente: el imperio de lo económico y de la novedad que lo conquistó todo, empezando por nuestras palabras.
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