En un paisaje de represión y espectáculo estatal, la competición humana se convierte en un instrumento de poder; en esa atmósfera claustrofóbica se desenvuelve La larga marcha, una novela que obliga al lector a confrontar los límites de la resistencia física y moral. Firmado por Stephen King, el relato sitúa a cien jóvenes en una prueba mortal donde un tropiezo significa la muerte y la obediencia ciega es la única regla aceptada.
El premio escénico y monetario para el superviviente transforma la marcha en una metáfora sobre la deshumanización y el consumo del sufrimiento ajeno; cada paso revela alianzas efímeras, traiciones y el precio absoluto del triunfo. Con un pulso narrativo implacable y una observación psicológica afilada, La larga marcha explora el poder, la obediencia y la fragilidad de la adolescencia en manos de un Estado que escenifica la violencia como entretenimiento.