En su primera gran novela, La invitada, Simone De Beauvoir emplea un triángulo amoroso —integrado por dos adultos y una joven— como dispositivo narrativo para abordar los dilemas existencialistas que definirán su obra: la libertad, la acción y la responsabilidad individual. Ambientada en el vibrante mundo artístico del París de comienzos del siglo XX, la novela examina las complejidades de las relaciones de pareja y la infidelidad, mostrando con claridad las ambigüedades y tensiones de la moral burguesa.
Más que un relato de pasiones, La invitada funciona como un compendio de ideas que anticipan los ejes filosóficos posteriores de la autora: la tensión entre elección y contingencia, la exigencia ética de los actos y las consecuencias personales de las decisiones. La escritura combina precisión psicológica y mirada social, ofreciendo una lectura que ilumina tanto el contexto histórico como los fundamentos teóricos de De Beauvoir.