Aquel verano en Mar del Plata, el de 1988, parecía uno más. Aunque eso, en Argentina, sea mucho decir. La temporada artística vestía sus galas como tantas veces y los turistas descontaban las horas para ganar el descanso, peleando por unos metros frente al océano. La situación económica abundaba en nubarrones: la inflación se desperezaba con salvajismo, una nueva transición política acechaba los ánimos. Era seguro que algún escándalo ocuparía durante semanas las tapas de los diarios. Quizás por ello nadie estaba preparado para lo que vendría. Enero presentó las primeras señales de inquietud. Malos presagios. Una electricidad en el aire, potenciada por la facilidad con que se conseguían ciertas drogas. En febrero comenzó el derrumbe: El Campeón, el más exitoso boxeador argentino de todos los tiempos, asesinó a su mujer. Tres semanas después, El Claun, el gran cómico nacional, en un acto inexplicable, cayó del balcón de un piso once y murió frente al mar. Entre ellos, El Langa, un actor menor, un sujeto ambiguo y espeso, que queda ligado por la entrañable amistad de la noche y la sospechosa cercanía con ambas tragedias. De la mano de tres personajes impares, que en estas páginas son figuras míticas, recorriendo sus vidas desde el origen hasta el final, Camilo Sánchez escribió una novela extraordinaria. Con una ductilidad asombrosa, su escritura reposa en los momentos de ternura y es seca y precisa en lo feroz. Ilumina con mano compasiva la soledad, los crueles entresijos de la fama, el desconcierto y el dolor de un país azorado. Narra lo sucedido, pero sobre todo descubre la realidad insomne que descansa detrás de los hechos. La Feliz retrata el fin de una época en la Argentina.
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