La aportación más sorprendente de J.R.R. Tolkien a las leyendas artúricas se manifiesta en una pieza que renueva la tradición épica. En La caída de Arturo confluyen la ambición formal y la intensidad narrativa: el autor explora recursos antiguos para dotar a los acontecimientos de una contundente sensación de destino irremediable.
El trabajo de Tolkien en este poema pone de relieve su dominio del «metro aliterado en inglés antiguo», mediante el cual consigue transmitir la gravedad de la expedición de Arturo hacia tierras paganas, la huida de la reina Ginebra de Camelot y la impresionante batalla naval que precede al regreso del rey a Bretaña. La obra, abandonada probablemente en 1937 en plena gestación de El Hobbit y de los primeros esbozos de El Señor de los Anillos, muestra a un creador en transición entre genealogías legendarias y mundos propios.
El conjunto editorial que acompaña al poema reúne el texto junto a numerosas páginas manuscritas, borradores, experimentos en verso y sinopsis en prosa, así como notas que permiten rastrear la evolución estructural del proyecto. Esas anotaciones revelan conexiones inesperadas con El Silmarillion y anticipan el amargo desenlace del amor entre Lancelot y Ginebra, un final que Tolkien llegó a perfilar en apuntes pero nunca llegó a completar en prosa definitiva, ofreciendo así una ventana única para comprender su método creativo.