Una narradora aparentemente anónima y el brillo opaco de una casa acomodada conforman el eje de una historia tan inquietante como absorbente. En La asistenta, Freida McFadden construye una atmósfera doméstica llena de tensión: la protagonista limpia obsesivamente la casa de los Winchester, atiende a la hija, prepara las comidas y vive encerrada en una habitación diminuta mientras observa las grietas de una familia que no es lo que parece.
El relato avanza por la delgada línea que separa la envidia de la transgresión, y despliega giros que transforman lo cotidiano en amenaza. La voz en primera persona intensifica la claustrofobia y la ambigüedad moral, haciendo que cada gesto —un vestido probado por curiosidad, una puerta que ya no se abre— adquiera un peso creciente. Es una novela de suspense psicológico que explora identidad, deseo y la capacidad humana para ocultar y para deformar la realidad bajo la apariencia de la normalidad.