En un agujero donde parece haberse detenido la vida, Juliette lleva una existencia apagada: no le gusta su trabajo, ha renunciado al amor y apenas recuerda lo que significa soñar. En Juliette y las canciones perdidas la muerte de un hombre y el traslado a un pequeño pueblo de casas de colores ponen en marcha una cadena de encuentros que irá desbrozando su corazón.
En ese pueblo la protagonista se cruza con personajes memorables —una anciana atormentada por la tristeza de las flores, un niño sin voz que las roba, un hombre que ama los libros y las cosas brillantes con la misma intensidad y un pintor incapaz de acabar un cuadro— y con un puñado de cartas olvidadas que funcionan como llave para redescubrir el afecto y las múltiples formas del amor. Con una prosa delicada y cargada de sensibilidad, Andrea Longarela construye una fábula contemporánea sobre la reconexión, la fragilidad y la belleza cotidiana.