Tras casi cuarenta años sin verse, dos mujeres se sientan en un café en San Petersburgo. Es 2003 y está cerca la conmemoración del 300 aniversario de la fundación de la ciudad. No es el único hecho histórico gravitante: Rusia vive inmersa desde hace años en una feroz guerra sucia con Chechenia. Masacres, campos de refugiados, ataques guerrilleros, torturas, secuestros diarios. Una violencia irracional que se expande como un virus y parece cubrirlo todo y abortar las historias personales.Pero no. En ese contexto, una mujer se reencuentra a su pesar con un hijo repudiado y se enfrenta a su vergüenza; otra acaba de perderlo; una más trata de reparar un momento de cobardía y cruza el país para rescatarlo. Con talento deslumbrante, que vuelve natural lo que en verdad es un tour de forcé, Bernardo Carvalho construye una trama perfecta, donde hilos en apariencia sueltos confluyen en una ciudad y en un drama. Madres que despiertan de un paréntesis de amor, y que por culpa, instinto o súbita valentía, se enfrentan a una tarea que las desborda, con hijos que esperan una redención que el presente a veces no logra conceder.Porque el amor no basta. El pasado, ese bloque en apariencia inmóvil, ha hecho su trabajo. Sus raíces se hunden en la historia familiar, en la del pueblo, en la de un territorio tan vasto, que va del Cáucaso a Moscú y a San Petersburgo. Es un linaje implacable de ternura y dolor, de compasión y ceguera. Hijo de mala madre, novela memorable, se inscribe precisamente ahí: donde la piedad amorosa aún confía, por un momento, que su mera afirmación puede cambiar una vida y con ello el mundo.
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