En la penumbra de la reflexión cotidiana, Hacer la noche propone mirar la oscuridad como un espacio activo y tejido por la paciencia y la esperanza. La autora, Constanza Michelson, articula una lectura donde figuras como Penélope y Scheherazade muestran que la noche se hace y se sostiene mediante invenciones temporales que preservan algo para sí y para el mundo.
Al recuperar los temores y las estrategias nocturnas, este libro recuerda que dormir es una proeza cotidiana y un trabajo que exige distancia: alejarse del ruido de la contingencia, de la dureza de las palabras y de la presión de la presencia ajena. La propuesta plantea una soledad distinta, positiva y necesaria, capaz de habilitar una nueva forma de habitar el tiempo, proteger el deseo y revelar la singularidad de las cosas.