En esta continuación de El jardinero, Cutanda Morant conduce al lector de nuevo hacia el reposo y la enseñanza íntima que brinda la naturaleza en El manantial de las miradas. El ciclo del jardín, donde el jardín reaparece como escenario de descubrimiento y sosiego.
Desprovista del jardinero titular pero poblada de un aprendiz y de nuevos personajes, la obra rescata «la sabiduría de la simplicidad» y convierte escenas cotidianas en meditaciones llenas de ternura, humor y serenidad. Las reflexiones y las imágenes se entrelazan para ofrecer un relato que funciona como espejo: frente al manantial el lector puede contemplar la pureza primigenia de la mirada y encontrar un refugio literario ante la dureza del mundo, gracias a una prosa sobria y luminosa que acaricia sin solemnidad.