En un tono onírico y simbólico, El dominico blanco se presenta como la obra más estética de Gustav Meyrink: un relato poético, a la vez hermético y ocultista, donde aflora la influencia del taoísmo y la sensibilidad mística del autor. La acción transcurre en una versión mística de Wasserburg, Baviera, elevada sobre un promontorio rodeado por el río Inn, escenario que funciona como espejo de las transformaciones interiores de los personajes.
En esta novela el joven Christoph Taubenschlag, un ser invisible que narra su propio viaje, abandona los convencionalismos guiado por figuras enigmáticas —el excéntrico barón von Jocher, la protectora presencia de Ofelia y la enigmática figura del dominico blanco— en busca de trascendencia e individualidad. La prosa de Gustav Meyrink combina imágenes sugerentes, simbolismo y un sentido metafísico que invita a la reflexión sobre los límites entre lo material y lo espiritual, ofreciendo una lectura envolvente y profunda.