Tendida en la cama, una madre escucha mientras su hijo le lee. Llevan muchos años celebrando esa ceremonia, el hijo lee siempre el mismo libro, una novela de Balzac. Ella es felicidades y desdichas. No tiene otra manera de disfrutarla: es analfabeta. El hijo es el menor de cinco hermanos, es escritor, es profesor en la universidad. Su padre murió cuando él era chico. Ha triunfado, podría afirmarse. Hijo de inmigrantes, se hizo un lugar en la sociedad. También ha sufrido las humillaciones que imponen su condición, la exclusión, el racismo, la soledad. Durante años se avergonzó de su madre, de los esfuerzos y el sacrificio que hizo para sacar adelante a la familia, de su falta de cultura. Llegó a despreciarla. Pero ahora llega el momento de la verdad: la madre está cerca de la muerte. Mientras repite el rito de la lectura, el hijo rememora la vida que han tenido juntos. Los sentimientos se alteran. Descubre de pronto que la sabiduría, la que cuenta, la de la vida, la tiene ella y no él. Descubre el amor infinito que siempre ha sentido y que las ilusiones sobre su propia valía, su llamado éxito, le han impedido manifestar y compartir a cada momento. Descubre la culpa por estas faltas, el remordimiento al haber dejado pasar tanto tiempo antes de valorar a esa mujer como merecía, como lo que era. Así hablaba mi madre es una novela conmovedora desde la primera a la última página. Parece escrita con el corazón en la mano, con una mezcla exacta de dolor, lucidez y dulzura. Pocas veces la complejidad del amor filial ha sido retratada con tanta precisión y hondura.
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