El declive del monacato en tanto que movimiento histórico coincide con lo que Hannah Arendt propone como el cambio de paradigma fundamental sobre el que se construyó la modernidad: La inversión del orden jerárquico entre la vita contemplativa y la vita activa. Al elevar la acción al estado más elevado de la condición humana, la contemplación perdió su significado tradicional y cedió su puesto honorífico como fuente de acceso a la verdad.Sin embargo, aunque la modernidad haya invertido esta jerarquía fundamental y los monasterios parezcan diluirse en una sociedad cada vez más secularizada, es sugerente constatar cómo muchas de las cualidades propias de la arquitectura y la práctica monástica siguen definiendo, hasta hoy, nuestras vidas: sus modos de ordenar el trabajo, la necesidad de una vida reglada y, especialmente, la relación entre lo privado y lo público, lo íntimo y lo común.
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