Hojeando distraídamente un diario, el narrador de esta novela descubre un artículo menor, que recuerda una muerte que ha caído en el olvido. El difunto es Buell Quain, un joven y brillante antropólogo norteamericano, que se suicidó el 2 de agosto de 1939. Había estado en el interior de Brasil, en un pueblo indígena, y volvía a la ciudad. Tras el impacto inicial que genera la noticia, el caso se silenció y no se volvió a hablar más del asunto. Como si no hubiera sucedido. Pero el descubrimiento de esa breve noticia pone al narrador frente a una historia conmovedora y olvidada, que parece entrañar más de un misterio. Nadie se preocupó nunca por saber qué pasó, nadie pareció interesado en conocer las motivaciones del suicidio de un colega de Lévi-Strauss, que ya exhibía una perspicacia y un talento singulares. Pero él sí. Algo en ese caso, en esa vida truncada, lo llama, algo que parece ligarse con su propia vida. Investiga de manera obsesiva el pasado de Quain, tanto en Brasil como en Estados Unidos, y a medida que avanza descubre un mundo donde conviven los abismos de Joseph Conrad, los ambientes de los textos de Bruce Chatwin. Y hacia el final, como un sortilegio, el lector descubre las razones personales, íntimas que impulsan al narrador en su búsqueda. Con maestría impar, Bernardo Carvalho escribió una novela que es un viaje al corazón de la ambición humana y también un thriller cuyo tema es la identidad y el deseo. Con una escritura que combina con destreza diversos registros, capaz de pasar de la crónica a la ficción, del lirismo a una prosa seca y austera, del pasado al presente con una facilidad que regocija, Nueve noches se ha convertido en un clásico contemporáneo de la literatura brasileña.
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