En Seúl, una mujer acude a clases de griego antiguo y, ante la petición de leer en voz alta, guarda silencio: ha perdido la capacidad del lenguaje, ha sufrido la muerte de su madre y la pérdida de la custodia de un hijo de ocho años. Su profesor, recién regresado a Corea tras pasar media vida en Alemania, padece asimismo una merma irreversible de la vista y el temor a que la ceguera total le arrebate la autonomía. En La clase de griego las voces íntimas de estos dos personajes se entrelazan con una economía emocional que intensifica cada gesto y cada pausa, construyendo una narración de silencios densos y miradas que lo dicen todo.
La novela explora con precisión la violencia, la fragilidad de los sentidos y la manera en que el lenguaje sostén nuestras conexiones más profundas. La autora, reconocida por «La vegetariana», despliega una prosa elegante y contenida que convierte la pérdida en interrogante y ofrece una reflexión sobre la filosofía, la literatura y la posibilidad de encontrar en el otro la salvación o, al menos, una forma de compañía frente a la oscuridad. Firma de esta voz singular es Han Kang, cuya escritura insiste en lo esencial: lo que significa sentirse vivo a través del intercambio —a veces frágil— entre silencio y palabra.