Revelado al público como poeta y novelista en la década de los treinta, Lawrence Durrell obtuvo su primer gran reconocimiento con El libro negro, pero fue con El cuarteto de Alejandría. Justine, Balthazar, Mountolive, Clea que consolidó su estatura literaria. Esta tetralogía, compuesta por Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960), despliega una audaz exploración de las posibilidades del lenguaje narrativo y de la memoria, y provocó comparaciones entusiastas con autores como Proust y Faulkner.
La estructura polifónica y la riqueza estilística del cuarteto revelan a un narrador que experimenta con la forma y la perspectiva para profundizar en temas de amor, identidad y complejas relaciones culturales en la Alejandría de mediados del siglo XX. Obras posteriores como El laberinto oscuro (1958), Tunc (1968) o Nunquam (1970), y el proyecto del quincunce iniciado con Monsieur o El Príncipe de las Tinieblas (1974), amplían esas investigaciones narrativas; la producción poética y los textos híbridos entre ensayo y viaje completan el perfil de un autor cuya obra ofrece lecturas simultáneamente eruditas y profundamente humanas.