Con una prosa que ha ganado densidad y precisión, la autora despliega relatos donde la cotidianeidad se resquebraja hasta revelar lo insospechado. En esta colección, El buen mal, las historias se construyen capa sobre capa, y las frases y situaciones se engarzan con destreza para crear climas de creciente tensión y extrañeza.
Los relatos, extensos y complejos, combinan ternura e inteligencia, con destellos de humor y una honda comprensión del dolor de habitar el mundo. La voz que sostiene el libro pertenece a Samanta Schweblin, quien demuestra un dominio de la artesanía narrativa capaz de mutar lo netamente realista hacia lo inquietante de manera casi imperceptible.
La lectura obliga a regresar a cada texto para rastrear la fisura por la que se coló lo extraordinario: una pregunta por el cómo, el dónde y el cuándo que transforma lo cotidiano en escenario de vertiginosas revelaciones. En conjunto, estas historias confirman una autoría en plenitud, marcada por la precisión formal y la compleja humanidad de sus personajes.