Regresa a su ciudad natal para vaciar la casa de sus padres, un piso de los años 60 en un barrio obrero que conserva olores y objetos que cifran una vida entera: la quina Santa Catalina, viejos pasaportes, libros y prendas que devuelven memorias. En El brindis de Margarita la protagonista reconstruye en primera persona los episodios familiares y los silencios que la marcaron, mientras la exhumación del cadáver de Franco retransmitida por los medios señala un hito compartido por varias generaciones.
Ana Alcolea ofrece una narración delicada y sobria sobre el duelo cotidiano: Margarita es hija única y debe enfrentarse sola al vaciado de la casa, un viaje íntimo por recuerdos y reproches que permite comprender la historia de una familia marcada por la guerra, la posguerra y la Transición. Los detalles domésticos se convierten en llaves para interpretar las decisiones de la abuela, la madre y el padre, y para que la narradora reconstruya su propia identidad en el cruce entre memoria privada y memoria colectiva.
La novela combina sensibilidad y lucidez, ofreciendo escenas que alternan el recuerdo y la mirada crítica sobre una época que determinó generaciones; a través de una prosa contenida y precisa, el relato sostiene una tensión emocional que invita a la reflexión sobre cómo el pasado sigue vigente en los espacios que habitamos.