Blanca, la niña que quería volar

Con una voz honesta y desgarrada, Benjamín Vicuña ofrece en Blanca, la niña que quería volar un testimonio íntimo sobre la pérdida y el proceso del duelo, nacido como tributo a su hija. A través de una prosa que combina memoria y emoción, el autor comparte su tránsito por la oscuridad y la lenta reconstrucción que siguió a una tragedia que lo atravesó profundamente.

A lo largo de sus páginas se presentan reflexiones y herramientas para iluminar noches difíciles: «Me costó años asimilarla y de alguna manera sigo transitando el desierto, pero seguí viviendo», escribe el autor, mostrando cómo la palabra puede ser un recurso para seguir viviendo pese al dolor. El comentario de Gabriel Rolón contribuye a situar la obra en su valor terapéutico: «El duelo es un desafío que tenemos que enfrentar para no morir con lo que hemos perdido. Es el intento de ponerle palabras a un dolor mudo que lastima», subrayando la función reparadora de la memoria y la escritura en medio de la pérdida.